Antiguamente, cuando un ingeniero, médico o abogado terminaba su curso, él salía de la facultad con todos los conocimientos que él necesitaba para ejercer su profesión por el resto de su vida. Poco más él necesitaba leer o aprender para actualizarse, pues los avances de la ciencia y la tecnología eran lentos. Actualmente las cosas son diferentes. Se dice que cada año y medio, la cantidad de nuevas tecnologías que aparecen y nuevos conocimientos que son necesarios para la práctica de la profesión de ingeniero, por ejemplo, dobla. -
Esto significa que si un ingeniero u otro profesional del área de tecnología no acompaña a las innovaciones se convierte en un 50% obsoleto cada año y medio. En realidad, ese tiempo está disminuyendo rápidamente. El año y medio era cuando el autor escribió el artículo hace algunos años. Hoy podemos decir que en menos de un año cualquier profesional involucrado en tecnología se vuelve obsoleto si no estudia o se actualiza. En poco tiempo, él estará tan atrasado en su profesión que corre el riesgo de perder su empleo y no más conseguir otro. Gordon Moore, llevó la idea de la obsolescencia a la informática con su famosa Ley de Moore, según la cual las computadoras doblar el número de transistores en los chips y, por lo tanto, su capacidad cada año y medio. Una computadora se convierte en un 50% obsoleto cada año y medio. Los plazos utilizados por las empresas de chips cambiaron un poco, pero el ritmo sigue acelerado y la ley valida. Más que eso, esa ley también vale para nosotros pobres mortales que usamos tecnología. Cada día nuevos teléfonos móviles aparecen, con todos corriendo a través de los nuevos recursos que poseen y las versiones antiguas se vuelven obsoletas, y con ellas, nosotros que la utilizamos.
Corremos el riesgo de quedarnos obsoletos si no seguimos las novedades y también compramos los productos que las incorpora. Cuando compramos una tableta o un celular nuevo pasamos una buena parte de nuestro tiempo para aprender a utilizar los nuevos recursos y cuando pensamos que conseguimos, surge una nueva versión con nuevos recursos, que luego queremos tener, para no quedarse atrás. La velocidad con que los nuevos recursos aparecen es algo espantoso, que nos hace estar en una carrera insana, que nunca llega a su fin. Cuando pensamos que el celular que detecta la posición o aún la presencia de nuestros dedos es el máximo, ya tenemos la versión que detecta hacia dónde estamos mirando y si nuestra visión se dirige hacia el canto de la pantalla donde algo inaccesible está presente, se desplaza al centro de la pantalla para que podamos ver mejor. Cuando pensamos que ya es demasiado usar el celular para pagar nuestra cuenta en un restaurante o supermercado escribiendo la contraseña de la tarjeta para que él transfiera automáticamente el dinero, ya se prueba el celular que lo identifica por su impresión de retina, bastando que usted mire hacia la cámara, eliminando la necesidad de introducir la contraseña. ¿Qué más viene? No sabemos, porque es cada vez más difícil acompañar la evolución de las tecnologías, principalmente electrónicas.