Con los avances de la tecnología, cada vez más nos preocupamos por eventuales radiaciones peligrosas que puedan ser emitidas por los aparatos que usamos.

   Los hornos microondas, los teléfonos móviles y otros aparatos se han centrado en la atención, ya que saben que estos aparatos emiten ondas que pueden suponer un peligro potencial para nuestra salud.

   En ese punto hay que saber cuáles son las radiaciones peligrosas y cuáles no son. En realidad, todas son peligrosas si quedamos expuestos a una gran intensidad de ellas.

   En primer lugar debemos analizar las ondas electromagnéticas, como las ondas de radio, la luz, ultravioleta, infrarrojo y otras semejantes.

   Las ondas electromagnéticas de longitud de onda mayor no son ionizantes, es decir, no logran "arrancar electrones" de los átomos de las sustancias, lo que podría causar su destrucción.

   Así, como ocurre en el caso del horno de microondas, las radiaciones calientan el cuerpo, provocando su cocción, pero no son retenidas por los cuerpos, pues las ondas no pueden ser almacenadas. Ellos simplemente pasan por el cuerpo y el efecto, por su intensidad, es el calentamiento.

   En el caso de las ondas de los celulares, ocurre lo mismo, ellas son de pequeña intensidad y simplemente pasan por los cuerpos, no siendo retenidas.

   Algunos estudios asocian la posibilidad de daño al tejido humano por la proximidad que podría concentrar radiación y con ello calentar lugares específicos de la cabeza del usuario.

  Para las longitudes de onda menores tenemos un peligro mayor, como en el caso de la radiación ultra violeta, rayos gamma y otras. Estas radiaciones poseen energía suficiente para romper las conexiones entre los átomos y con eso destruyendo las sustancias.

   Aplicadas a un ser vivo ella destruye las células, pudiendo incluso alterar el ADN y con ello llevar a la aparición de cáncer. Sin embargo, tampoco se conservan. Ellas causan la destrucción al pasar por el cuerpo, desapareciendo enseguida.

   A diferencia de todo esto, son las radiaciones atómicas. Las sustancias radiactivas emiten radiaciones ionizantes como las que explicamos pero, además, la radiación puede ser absorbida por los núcleos de los átomos que se alteran y la sustancia se vuelve también radiactiva.

   Así, una sustancia que se expone a la radiación atómica también se vuelve radioactiva.

   Es por este motivo que las usinas que usan el agua para su refrigeración son peligrosas. Esta agua debe ser contenida en un sistema cerrado y no puede escapar al medio ambiente, pues se vuelve radiactiva también puede contaminarlos.

   Las fugas son extremadamente peligrosas, como ocurrió en el accidente de Fukushima.

   De todos modos, prevenir es mejor que curar. Ante cualquier aparato que emita algún tipo de radiación, evite la exposición excesiva.

 

 

Fukushima
Fukushima

 

 

 

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